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Oda al invierno- Ataúd de hielo
El invierno, estación de los muertos, tumba de la vida, fin para la madre tierra y atormentadora de los hombres. En la mitología siempre representa tristeza, soledad, dolor y sufrimiento, como por ejemplo la historia de Hades y Perséfone. Hades rapta a Persefones, cuya madre al enterarse abandona su trabajo como diosa de los cultivos y la tierra empieza a morir. Finalmente, llegan un trato y Persefone pertenece a Hades durante los meses de invierno, lo cual causa el dolor de Deméter.
En cierta medida, comprendo que los seres humanos teman al invierno. Es una estacion cuya mera existencia puede matar a alguien, en la que los instintos más básicos de supervivencia crecen y se reproducen. Es normal temer a una cosa asi y se que nunca podre comprender ese punto de vista, estando aqui, sentado sobre un tambaleante taburete, balanceandome entre la nada y el todo, en el punto cero, en mi propia torre de cristal. Solo puedo intentar llegar a ligeras suposiciones lanzando botellas de cristal al aire, esperando respuesta.
Y ,al lanzar mi botella al aire, no puedo evitar mirar la luna con una ligera curiosidad. Se que lo que veo es una mera y dulce ilusión, un mero reflejo de la luz del astro sol, pero no puedo evitar pedir ser como la luna. Tener esa blanca y fria luz, siendo observado por los demas en mi triste baile en el cosmo. Sin parar de repetir un mismo proceso. Sin embargo, no puedo evitar darme cuenta de una cosa. Soy tan lejano como la luna. Por mucho que me intenten alcanzar solo pueden ondular mi reflejo en el agua y al darme cuenta rió, tambalenadome sin parar sobre la delgada linea de lo que desaparece y lo que no deja de existir. Por que me doy cuenta de como de ridiculo es mi existencia de tal forma y entonces hallo la verdad sobre esta estación. Una estación donde los pecados se ponen a dormir por la eternidad, una estacion cuyo lecho de oscuridad nos devuelve un poco de nuestra forma original. Lentamente, cierro mis ojos y vuelvo a mi mundo fisico, sentado sobre un taburete que me sirve como guardazapatos, cubierto por una manta calida y acompañado por la luz de una lampara de mesa. Mi escritorio se ve lleno de hendiduras y sigo comprendiendo la razón de existir de esta estación. Es la perpetuación de lo inevitable. Un recuerdo intocable de que hay algo más cruel que nuestra raza y esa es nuestra propia madre. Ella tiene sus manos sobre la puerta de nuestro ataúd, mientras los clamores de dolor se alzan desde el interior de la tierra, pidiendo justicia. Por que simepre lo hemos sabido y lo sabremos siempre...ella tiene siempre la última palabra.
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