http://www.youtube.com/watch?v=92i4jaMH2m8&feature=related
Oda al invierno- Ataúd de hielo
El invierno, estación de los muertos, tumba de la vida, fin para la madre tierra y atormentadora de los hombres. En la mitología siempre representa tristeza, soledad, dolor y sufrimiento, como por ejemplo la historia de Hades y Perséfone. Hades rapta a Persefones, cuya madre al enterarse abandona su trabajo como diosa de los cultivos y la tierra empieza a morir. Finalmente, llegan un trato y Persefone pertenece a Hades durante los meses de invierno, lo cual causa el dolor de Deméter.
En cierta medida, comprendo que los seres humanos teman al invierno. Es una estacion cuya mera existencia puede matar a alguien, en la que los instintos más básicos de supervivencia crecen y se reproducen. Es normal temer a una cosa asi y se que nunca podre comprender ese punto de vista, estando aqui, sentado sobre un tambaleante taburete, balanceandome entre la nada y el todo, en el punto cero, en mi propia torre de cristal. Solo puedo intentar llegar a ligeras suposiciones lanzando botellas de cristal al aire, esperando respuesta.
Y ,al lanzar mi botella al aire, no puedo evitar mirar la luna con una ligera curiosidad. Se que lo que veo es una mera y dulce ilusión, un mero reflejo de la luz del astro sol, pero no puedo evitar pedir ser como la luna. Tener esa blanca y fria luz, siendo observado por los demas en mi triste baile en el cosmo. Sin parar de repetir un mismo proceso. Sin embargo, no puedo evitar darme cuenta de una cosa. Soy tan lejano como la luna. Por mucho que me intenten alcanzar solo pueden ondular mi reflejo en el agua y al darme cuenta rió, tambalenadome sin parar sobre la delgada linea de lo que desaparece y lo que no deja de existir. Por que me doy cuenta de como de ridiculo es mi existencia de tal forma y entonces hallo la verdad sobre esta estación. Una estación donde los pecados se ponen a dormir por la eternidad, una estacion cuyo lecho de oscuridad nos devuelve un poco de nuestra forma original. Lentamente, cierro mis ojos y vuelvo a mi mundo fisico, sentado sobre un taburete que me sirve como guardazapatos, cubierto por una manta calida y acompañado por la luz de una lampara de mesa. Mi escritorio se ve lleno de hendiduras y sigo comprendiendo la razón de existir de esta estación. Es la perpetuación de lo inevitable. Un recuerdo intocable de que hay algo más cruel que nuestra raza y esa es nuestra propia madre. Ella tiene sus manos sobre la puerta de nuestro ataúd, mientras los clamores de dolor se alzan desde el interior de la tierra, pidiendo justicia. Por que simepre lo hemos sabido y lo sabremos siempre...ella tiene siempre la última palabra.
Un mero diario con reflexiones aburridas e inútiles para la vida diaria...ah~ la filosofía...
lunes, 16 de enero de 2012
Presagio de muerte
Presagio de muerte
Por Sakuya
Prólogo
Siempre pensé que había algo, en algún punto del mundo que dominaba mi destino. Algo parecido a lo que llamamos Dios. Por supuesto, nunca tuve una idea tan romántica como la que tenían las religiones de ese supuesto Dios. Pensaba que era un ser que, según los movimientos que hiciera en la vida, el modificaba mi entorno para que se ajustase. Era una idea absurda y egoísta. Ningún Dios se fijaría en un humano. Al igual que un humano nunca hablaría con Dios. Su existencia era para mí una mera sensación de tranquilidad, como la presencia de mis padres en las noches repletas de monstruos en mi niñez. Solo sabía que estaba conmigo y que no me abandonaría. Hasta ese día.
Me levanté de la cama y me serví el desayuno, como todos los días desde que había regresado a mi pueblo. Era un pueblo en proceso de ser ciudad. Contaba con 5.000 habitantes y las constructoras se enfrentaban por los terrenos de alrededor de la ciudad para hacer nuevas casas. La actividad era frenética como la de una ciudad, sin embargo mantenía la sensación hogareña de un pueblo. Todos se llamaban por sus nombres y las ramas de sus árboles genealógicos de todos los habitantes se rozaban en alguna parte del pasado. Era una gran familia.
Tras tomar mi desayuno, me duché y puse mi uniforme. Era el policía del pueblo, aunque la mayoría de los habitantes aun me tomaban por el hijo de Antonio que había vuelto a casa tras haber fracasado en la ciudad. Al llegar, me encontré los típicos casos de pueblo. Carteras desaparecidas, unos coches rayados y unos pequeños graffitis en las paredes del colegio. Nada difícil de investigar y la mayoría de los casos estarían resueltos al finalizar el día. Las carteras las habrían perdido, pero por si las moscas habían ido a la policía por si la encontraban, el coche era del profesor de francés y los culpables serían algunos de sus alumnos y el asunto de los graffitis era uno de los gamberros del pueblo. Nada llamativo. Siguieron varias horas de inactividad, esperando lo inevitable. ¿Qué era? Meramente se trataba de que la mitad de las denuncias fueran retiradas. A veces no ocurría en el mismo día, pero siempre se podía confiar en que todas las demandas desaparecieran con el tiempo. Era un pueblo de confiados, que sabían muy bien que lo que se perdía era encontrado por alguien y éste lo devolvía. Meramente, era el lugar soñado por cualquier policía de de ciudad. Una ciudad en calma y tranquilidad. Sin embargo, no compartía un gusto especial por esta tranquilidad por el pueblo. Había pasado una parte de mi juventud y el inicio de mi carrera como policía en la metrópolis de Madrid y, a la larga, la acción intermitente de la gran ciudad es rememorada con nostalgia. Me recliné en la silla y suspiré. La tranquilidad siempre llevaba condigo un riesgo, y este era el aburrimiento. Mire la pequeña torre de documentos y me puse a leerlos y a firmarlos sin mucho interés. El aburrimiento se cebaba conmigo en estos momentos. No se que tipo de deidad pudo haberme salvado del pozo del aburrimiento, pero alguien puso un leve entretenimiento en mis manos. Unas sonoras voces flotaron en el aire y chocaron con el ambiente de aburrimiento que dominaba la oficina, dispersándolo.
- ¿Lo has escuchado? –dijo una con un tono de entusiasmo y alarma impreso en su voz.
- ¿El que? –dijo la otra con un tono de aburrimiento.
- ¡Un escritor ha venido al pueblo! –gritó la otra, eufórica. Una imagen de ella saltando entusiasmada en la calle cruzo mi mente.
- Eso no es nada nuevo…¿un escritor? –dijo la otra sin ser demasiado entusiasta, pero con un leve tono de interés.- Cientos y su madre vienen aquí con la excusa de un descanso para desbloquear su mente, pero más de la mitad no tienen un solo libro publicado y el resto son ermitaños cuyos libros solo consiguen tomar polvo en las estanterías…
- ¡No! –dijo la compañera enfatizando en exceso la o, tanto en tono como en duración.- Éste es famoso, ha escrito un best-seller… ¿Cómo se llamaba? Alar…Atrás… Azar…
- ¡¿Azares del destino?! – gritó en un instante la otra, a un nivel que la amiga no habría alcanzado, lo cual era bastante revelador-
Tras eso, una continuada serie de gritos siguió y finalizó con el resonar de unos zapatos a ritmo apresurado. “Azares del destino” fue un best-seller de gran envergadura. Trataba sobre la vida de un detective ruso en plena revolución rusa. Éste seguía la pista del asesino de un contrabandista y se encontraba que los cabecillas del asesinato eran los principales partidarios del partido bolchevique, los cuales empiezan a comprar armas para iniciar un golpe de estado. Por faltas de pruebas, el detective decide pedir ayuda a la hija de la mente principal. Esto inicia una relación amorosa y prohibida entre ambos que acaba con la muerte del hombre por un disparo, tirándolo luego en el río Nevá, y la de la mujer por suicidio en el cuarto de ésta. Una historia con un final trágico.
Suspiré y cerré los ojos, acabando con el último documento. Si era cierto que el escritor de esa novela había venido a este pueblo debía haber un motivo, lo cual me era imposible de deducir. Me levanté y mire el reloj. Siendo entretenido por las dos jovencitas de la calle habían pasado varías horas, llegando el momento de cerrar. Salí y cerré la puerta de la comisaría. El horario en el que las denuncias y cualquier tipo de anuncio siempre se daban y retiraban era por la mañana de ocho a doce. Tras eso siempre tenía un periodo de dos horas para relajarme y hacer lo que quisiese. Me dirigí al bar. Se que no es el destino adecuado para que un policía, pero el aburrimiento apremia y en un pueblo como este el lugar más entretenido era el bar, además de una increíble fuente de información.
Nada más entrar al establecimiento, mi nombre fue gritado con fuerza por una figura masculina en la barra.
- ¡Mario! –grito un hombre de treinta años. Su cabello era de un rubio brillante y su piel era completamente morena. Vestía unos vaqueros y una camiseta blanca, junto a una cazadora de color marrón. Nada más verme, se acerco con una sonrisa y me invitó a sentarme en la barra junto a él. Se trataba de mi amigo Ricardo. Habíamos sido amigos desde la infancia y al regresar al pueblo fue el primero que me dio la bienvenida. Era una persona agradable y con un carácter bastante fuerte, aunque noble.
- ¿Qué tal el día? –preguntó pasando la mano sobre mi hombro en un gesto de amistad.
- Lo normal…-dije pidiendo una cerveza mientras lo miraba con una sonrisa- Denuncias tontas que son retiradas al segundo…es un lugar tranquilo…
- ¡¿Qué esperabas, hombre?! Esto no es una ciudad como Madrid en el que siempre hay un crimen en el que rebuscar…-dijo tomando un trago de su cerveza con una sonrisa, liberándome de su agarre.
Las conversaciones se continuaron. El pueblo, la caza y alguna de mis trabajos al dejar de ser policía eran los principales temas de conversación. Una conversación a la que se unía la gente que estaba en el bar. Era un día normal…como cualquier otro. La rutina de siempre, la gente de siempre…las conversaciones de siempre. Una rutina que dejaba en la boca un sabor agridulce, el cual no puedes dejar de saborear aunque te hartes de su sabor. Fue entonces…donde él apareció.
La puerta del bar se abrió con lentitud, mostrando una figura pequeña. Al principio cualquiera que mirase a la figura que acababa de entrar diría que era uno de los chicos del pueblo. Sin embargo, al darle otro vistazo se podía ver que no lo era. Ropa del estilo que se llevaban en las ciudades grandes, un pelo negro como las plumas de un cuervo que no había sido visto por ninguno de los presentes y una forma de moverse que hacía que la figura pasase desapercibida, pero a la vez no. El chico se movió por el lugar como si estuviera en una jaula encerrado con bestias, dando rápidas y sutiles miradas a todos los presentes. Finalmente, sus ojos se posaron en mí y analizaron mi uniforme. Un suspiro aliviado salió de sus labios y empezó a dirigirse hacía mí. Ricardo lo miró y me dio un pequeño codazo.
- ¿Una conquista de tus tiempos de ciudad? –dijo, riéndose entre dientes.
- ¿Eh? – dije dejando el vaso de cerveza en la mesa y mirándolo directamente, sin entenderlo.
El chico finalmente llegó a nuestra posición, en la que podíamos observarlo bien. Al parecer, era mayor de lo que aparentaba, ya que los rasgos de la cara, aunque aun suaves, ya tenían la forma angulosa de la de un adulto. Su cara estaba completamente pálida y sus ojos estaban suavemente delineados por unas ojeras. Tenía el aspecto de un fantasma. El joven me miró, como si me analizara.
- ¿Es usted Mario Jiménez, el policía? –pregunto en un tono suave y bajo, que tomó la forma de un suspiró nada más salir de sus labios.
- Si…-responde más alto, animándole a que me respondiese en un tono más alto con una sonrisa.
- ¿Puede venir un momento? Tengo algo que decirle…-dijo sin apartar la mirada de él, teniendo en el rostro una expresión dura y regia como si fuese de vida y muerte lo que tenía que decir.
- Tranquilo…di lo que quieras aquí…-respondió Ricardo, con una sonrisa amable y divertida.
El chico le dedico otra mirada a Ricardo, exactamente igual que a mí, analizándolo. Soltó un suspiró y abrió la boca. Durante los segundos que tardó en proclamar su aviso, pareció que su cuerpo se erguía y sus ojos brillaran con un sentimiento desconocido. Y, como si por segunda vez una deidad interviniese, el bar se mantuvo en silenció.
- Alguien va a ser asesinado…
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