Prólogo
El callejón estaba poco iluminado, a contraste con la iluminación de las calles adyacentes. Solo un leve haz de luz, provocado por los neones de las tiendas y prostíbulos, se atrevía a atravesar esa inusual oscuridad.
De repente, un paso resonó en la callejuela. El individuo que había avanzado en esa oscuridad no era otro que una niña pequeña. Su vestido, cubiertos de volantes y accesorios, junto a su piel blanca y cabellos dorados recordaban a las muñecas de porcelana que decoraban las estanterías de las tiendas de antigüedades. Sus ojos azules analizaron la calle, mirando los montones de basuras y los graffitis que lo decoraban. Dio otro paso, sin demostrar ningún tipo de nerviosismo, introduciéndose lentamente en el callejón.
Los ojos azules de la niña se quedaron fijos en un vagabundo tumbado entre unos cartones. Un perro de pelaje plateado, y, misteriosamente, limpio, estaba delante de el hombre. La niña se acerco, con una ligera mirada de desprecio, ante la mirada del sintecho. La niña abrió la boca y un agudo, pero a la vez musical, silbido salió. El hombre cambio su mirada a una enfurecida y un silbido grave y amenazador salio de su boca. Su mirada reflejaba odio y furia, casi homicida.
La niña sonrió mirándole. Su mirada era como cuando alguien miraba una cucaracha a punto de ser aplastada, sin un ápice de lastima o piedad. El hombre intento levantarse, pero dos cosas ocurrieron. Un sonido metálico se escucho detrás de él y el perro se levanto mirando al hombre. Un gruñido salió de la boca del perro y el hombre se quedo quieto temblando. La niña soltó un nuevo silbido con una sonrisa complacida. El hombre asintió rápido mientras el perro dejaba de gruñir y se tumbaba.
De repente, la pared de detrás del hombre empezó a moverse. Realmente, moverse no era lo correcto, era más como si se derritiera con lentitud. Los ladrillos perdieron su forma, convirtiéndose en una masa uniforme y, como moisés y el mar negro, se abrió de par en par, revelando una pequeña farola y una puerta. Ambas contrastaban entre sí. La farola de estilo europeo parecía salido de una calle londinense, mientras que la puerta era de estilo japonés, corrediza, y sin apenas decoraciones. La niña miró fijamente la puerta y dio un paso. La puerta respondió y se abrió, con lentitud, ante la invitada. La niña no vacilo y entró, mientras la puerta y la pared se cerraban tras ella.
El interior no era nada espectacular. Solo un largo pasillo, cuyos laterales estaba cubierto de pequeños cubículos y todo recubierto por una nube de humo. La niña fijo su visión en las entradas de estos. Figuras humanoides se podían ver en el interior, moviéndose con lentitud y resoplando, incluso en una de las puertas se podía ver una figura tendida con una mano saliendo al pasillo. La niña resopló y continuó recto, directo a la siguiente puerta. Ésta al contrario que la otra, era de un vidrio claro y puro por el que un haz de luz claro salía. La niña resopló de nuevo, mirando la puerta. Realmente odiaba tanta lentitud y complejidad. La niña elevó la mano y la puerta se abrió con un chirrido forzado. Al abrirse, la niña se introdujo en la nueva instancia.
Misteriosamente, la estancia estaba completamente fuera de lugar y no se parecía a la anterior. Era una sala circular, cuyas paredes estaban cubiertas por telas multicolores. Del techo, caía una enorme lámpara de araña, cuya mayor característica era que varios de sus cristales eran de colores chillones, que iluminaba la estancia- En el centro una mesa circular y dos sillones se alzaban. Los sillones eran extremadamente diferentes, uno tenía una apariencia parecida a un trono, mientras que la otra era un sillón antiguo y de cuero. Una figura ataviada con una túnica de color blanco lo miraba desde el trono con una sonrisa.
- ¿Para que me has llamado? Es extremadamente raro que alguien como tu pida ayuda… –dijo la niña sentándose en el sillón mas viejo. Su actitud podía ser arrogante, pero sabía como actuar delante de criaturas más fuertes y antiguas.
- Siempre eres un encanto… directa al grano…-dijo la figura mirándola. Desde cerca se podía ver que era un adolescente. Su pelo se parecía bastante al de la niña, solo que tenia un brillo más oscuro y sus ojos eran de un azul extremadamente brillante.-
- Teniendo, en consideración, la información que dispongo de ti se que adoras los juegos de palabras y engañar a los demás…lo veo completamente razonable…-respondió la pequeña con un tono musical.
El chico rió y una ligera nube de humo salió de debajo de la mesa. Un remolino de humo empezó a bailar encima de la mesa y a dispersarse en pequeñas formas humanoides con alas. Ahora, sobre la mesa, había una enorme bandeja repleta de dulces y dos tazas humeantes. La chica cogió la taza sin temer y trago el contenido. El chico repitió el movimiento de la chica.
- Por cierto…-dijo la chica- Podrías haber venido tu a por mi…y haberme ahorrado el tener que venir y pasar por esa ridícula entrada…y ese paripé de guardianes…Un hombre encadenado a una puerta, con un lobo en las piernas y una sala de drogadictos…
- Sigues sin ver mas allá…Si sigues así, por mucho poder que consigas no llegaras a la élite.-suspiró el chico y comió una galleta. El comentario hizo que el rostro de la chica mostrara algo de enfado- Ahora…nuestro asunto…- metió una mano en su túnica y saco una pequeña fotografía.- Necesito que mates a este chico…
La fotografía mostraba a un chico de dieciséis años de cabello marrón y ojos verdes con un toque azul. No tendría mas de un metro ochenta de altura y no se veía fuerte. La niña guardo la fotografía en su ropa y tomo otro dulce.
- ¿Un humano? – Dijo mirando al joven sin pestañear- ¿Ahora te dedicas a matar humanos? No…¿ Me obligas a matar a un humano? Sabes que suelo cobrar bastante, como cliente regular que eres, te aconsejo que envíes a un ente de baja categoría…saldrá mas barato…
- No.
La respuesta fue tajante, rápida y concisa. Los ojos de la niña ase asentaron sobre el joven, sorprendida. Su rostro ya no estaba relajado. Mostraba una expresión seria y el ambiente se había vuelto frió y amenazador. El cuerpo de la niña se tenso. Su instinto saltó. Estaba en peligro.
- Bueno…¿Dónde esta el niño?-preguntó finalmente la pequeña mirando al hombre.
- Vive en la 2ª sección…-dijo con un suspiro, sin parar de mirar la mesa-
- Vaya…el chaval ni siquiera es rico…-suspiró y se levanto mostrando de nuevo un aire arrogante en el rostro- Me pondré a trabajar de inmediato…
El joven suspiró, al escuchar la puerta cerrarse detrás de la joven. Sus manos apretaron la tela y miraron a la taza, ya fría.
- ¿Cuántas piezas me costara vencer a un Dios? – dijo para después mostrar una mirada fiera y coger la taza, dándole un sorbo de nuevo.
Jeje, yo tuve el "privilegio" de haberla leído antes de su publicación, así que me ahorré el leerlo porque ya sabía lo que pasaba.
ResponderEliminarAun así, sabes que espero impaciente por la continuación ^^